Lista de cosas que hacen enojar a Bea:
1.
Quedarse sin comer
2.
Que me ponga a jugar rápido y
furioso en las calles de la Ciudad de México.
Lo que no sabía era que la combinación de
ambas podría resultar en un intento de pandicidio. Así fue como empezó nuestra
visita a la Feria del Tamal en Coyoacán. La única razón por la que sigo
respirando y por la que llegamos a nuestro destino era el tremendo antojo que ella
tenía de tamales desde hacía una semana.
Entramos al museo de las Culturas Populares,
hundidas en un silencio sepulcral. A pesar de todas las muestras gratis de
tamales y atoles, no lograba que a Bea se le pasara el enojo. Empezaba a creer
que era una causa perdida hasta que llegamos al puesto de Chiapas y alguien
exclamó las palabras mágicas: “picte de elote”. En ese momento se dibujó una
sonrisa en el rostro de mi compañera e inmediatamente pidió uno. Después de
casi una hora sin dirigirme la palabra al probar el primer bocado del tamal me
miró a los ojos y me dijo conmovida: “¡Sabe a mi abuela!”, ante el canibalismo
implícito de la frase, mi rostro se descompuso en una mueca de incredulidad y
espanto lo que provocó la súbita carcajada de Bea y corrigió: “O sea, sabe al
tamal de elote que hacía mi abuela, dulce, consistente y suave al mismo
tiempo”.
Ya con los ánimos repuestos, seguimos
recorriendo la feria. Había puestos no sólo de varios estados de la República
sino de Venezuela, Chile, Panamá, Colombia y Costa Rica. Muchos tamales se
preparaban con crema, queso y salsa;algunos dulces llevaban lechera,nutella y/o
frutas frescas.
En el puesto de San Pedro Actopan se
ofrecía un tamal de gusano de maguey y Bea, más por morbo que por antojo,
decidió probarlo. Al principio pareció gustarle pero cuando le salió el primer
gusano descubrió que no era lo suyo. Yo me dejé seducir por un tamal de frijol
bañado en mole que estaba buenísimo.
Algo que nunca habíamos comido eran los
tamales rellenos de mariscos y ese día tuve la oportunidad de probar uno de
camarón del estado de Puebla que estaba suculento, además de uno de manta raya
y otro de pulpo ambos de Venezuela que, por cierto,
fueron una experiencia verdaderamente religiosa (Jesús les manda saludos).
Para finalizar nuestra degustación, tomamos
una bebida tradicional chiapaneca a base de cacao llamada “pozol” que, aunque
estaba deliciosa, fue la cereza del pastel de masa que llenó nuestros estómagos
hasta dejarnos casi en coma; así que regresamos a casa felices y despacito para
que Bea no se enojara de nuevo.
A primera vista
Estoy enamorada
¿Cómo estuvo?
Orgásmico
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