martes, 2 de febrero de 2016

El tamal de la paz (con las manos en la masa)

Lista de cosas que hacen enojar a Bea:
1.       Quedarse sin comer
2.       Que me ponga a jugar rápido y furioso en las calles de la Ciudad de México.
Lo que no sabía era que la combinación de ambas podría resultar en un intento de pandicidio. Así fue como empezó nuestra visita a la Feria del Tamal en Coyoacán. La única razón por la que sigo respirando y por la que llegamos a nuestro destino era el tremendo antojo que ella tenía de tamales desde hacía una semana.
Entramos al museo de las Culturas Populares, hundidas en un silencio sepulcral. A pesar de todas las muestras gratis de tamales y atoles, no lograba que a Bea se le pasara el enojo. Empezaba a creer que era una causa perdida hasta que llegamos al puesto de Chiapas y alguien exclamó las palabras mágicas: “picte de elote”. En ese momento se dibujó una sonrisa en el rostro de mi compañera e inmediatamente pidió uno. Después de casi una hora sin dirigirme la palabra al probar el primer bocado del tamal me miró a los ojos y me dijo conmovida: “¡Sabe a mi abuela!”, ante el canibalismo implícito de la frase, mi rostro se descompuso en una mueca de incredulidad y espanto lo que provocó la súbita carcajada de Bea y corrigió: “O sea, sabe al tamal de elote que hacía mi abuela, dulce, consistente y suave al mismo tiempo”.
Ya con los ánimos repuestos, seguimos recorriendo la feria. Había puestos no sólo de varios estados de la República sino de Venezuela, Chile, Panamá, Colombia y Costa Rica. Muchos tamales se preparaban con crema, queso y salsa;algunos dulces llevaban lechera,nutella y/o frutas frescas.
En el puesto de San Pedro Actopan se ofrecía un tamal de gusano de maguey y Bea, más por morbo que por antojo, decidió probarlo. Al principio pareció gustarle pero cuando le salió el primer gusano descubrió que no era lo suyo. Yo me dejé seducir por un tamal de frijol bañado en mole que estaba buenísimo.
Algo que nunca habíamos comido eran los tamales rellenos de mariscos y ese día tuve la oportunidad de probar uno de camarón del estado de Puebla que estaba suculento, además de uno de manta raya y otro de pulpo ambos de Venezuela que, por cierto, fueron una experiencia verdaderamente religiosa (Jesús les manda saludos).

Para finalizar nuestra degustación, tomamos una bebida tradicional chiapaneca a base de cacao llamada “pozol” que, aunque estaba deliciosa, fue la cereza del pastel de masa que llenó nuestros estómagos hasta dejarnos casi en coma; así que regresamos a casa felices y despacito para que Bea no se enojara de nuevo.

A primera vista

Estoy enamorada

¿Cómo estuvo?



Orgásmico

Una foto publicada por Garnacha Porn (@garnacha_p_o_r_n) el

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