Nos
encontrábamos vagando por el sur de la ciudad, cuando me atacó un hambre feroz.
Haru, al darse cuenta del peligro que corría, me llevó rápidamente a un lugar
que ella conocía. En menos de dos minutos llegamos al Mercado de Coyoacán; la
intención era probar los tacos de cecina que a Haru tanto le habían gustado. Sin
embargo, al adentrarnos en el lugar de pronto nos vimos rodeadas de puestos de
tostadas.
Como mis
instintos asesinos empezaban a aflorar y los vendedores eran persuasivos,
consideramos que lo más sensato era probar las dichosas tostadas. El menú era
vasto, había pata, tinga, mole, cochinita e incluso mariscos. Yo andaba con
ganas de echar pata… digo de echarme una de pata, mientras que Haru optó por la
cochinita.
La
velocidad con la que el “maestro tostero”preparaba los alimentos nos dejó
anonadadas, los guisados parecían brincar de la cuchara hacía las tostadas.
En cuanto
probé la pata supe que había sido una gran idea, estaba deliciosa y suave, se
mezclaba perfecto con la lechuga, la crema y la salsa. A pesar de lo bien
servida que estaba, me la terminé de dos bocados y enseguida pedí una de tinga,
igualmente exquisita pues la carne sazonada con chipotle cumplió con las altas expectativas
que la pata me había dejado.
A Haru la
cochinita la dejó encantada, según ella es de las mejores que ha probado (y se
ha echado muchas), pero el hechizo terminó con el mole que, aunque sabía bien, la
temperatura no era la ideal, hay cosas que solo se deben comer calientes.
Ya mi
hambre saciada y mi antojo satisfecho (pues había estado a dieta toda la
semana) regresó mi calma y mi buena vibra habitual, Haru respiró aliviada y
tranquilamente continuamos nuestro camino.
A primera vista
Estoy enamorada
¿Cómo estuvo?
Orgásmico