lunes, 23 de noviembre de 2015

Dejándonos seducir por el borrego

Dicen las malas lenguas que, en la Colonia Obrera, existe un lugar discreto en donde se ofrecen goces que te dejarán satisfecha/o con poco presupuesto. Después de una noche de fiesta y desenfreno, Haru y yo decidimos recorrer media ciudad con el único objetivo de encontrar ese recinto y probar aquellos manjares.
Saliendo de la oscuridad del metro, justo en la esquina de Bolívar y Fernando Ramírez, se erguía soberbio el mentado lugar. Decidí darme gusto con lo más caro que había: un sope con arrachera de $28, mientras que Haru se lanzó sobre una carne menos elegante: un sope de bistec con su acostumbrado quesillo (su gusto no es el más fino, salvo por ciertas excepciones). Antes que nada, fue apremiante echarnos un caldo, el cual alivió un poco los estragos de la noche anterior.
Doña Borrego nos atendió gentilmente, por primera vez desde que decidimos aventurarnos en las calles. Los primeros momentos fueron confusos, había algo que no cuadraba del todo, y entonces Haru lo descubrió: “Un sope sin frijoles, ¿es sope o es taco?”. Sin embargo, me dispuse a probar y a no dejarme influir por ese detalle. El bocado fue crujiente, la salsa tenía el picor adecuado, la arrachera era deliciosa aunque difícil de tragar (siempre he preferido mi carne sin pellejo).
A pesar de tener un tamaño considerable, no me sentí completamente satisfecha así que recurrí a la tortilla y ordené una quesadilla de papa con queso; sorprendentemente, la primera mordida fue indescriptible, mucho mejor de lo que me había imaginado, crujiente y suave a la vez, el sabor era perfecto, el queso se estiraba hacia mi boca exquisitamente. De pronto, la voz de Haru me sacó de mi orgasmo culinario: “¿esto pica?”, preguntó y sin darme tiempo a contestar, tomó la cuchara con salsa dejándome desconcertada (es bien sabido que ella no come chile), grande fue mi desilusión cuando noté sólo una gota de aquel líquido rojo en su plato. “¡Qué cobarde!” exclamé a lo que ella respondió: “No estoy acostumbrada al chile, tiene que entrar de a poquito”. 
Terminamos satisfechas y contentas por haber escuchado la voz de aquel conocedor que nos recomendó el lugar y por haber recobrado la energía suficiente para irnos de fiesta una vez más.

A primera vista: 

No le decía que no.

¿Cómo estuvo?: 

El sope y el consomé: He tenido mejores

La quesadilla: Orgásmica



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lunes, 16 de noviembre de 2015

Atascón con las gordas de la Valle Gómez

Llevábamos meses soñándolas. El recuerdo de su sabor permanecía instalado en nuestra memoria como una obsesión constante, hasta esa noche…
La calle Vanadio estaba tenuemente iluminada, el chisporroteo del aceite era el único sonido que rompía el silencio. La emoción hacía que mi corazón casi se saliera del pecho, Bea suspiraba y las miraba fijamente con avidez.
Mi impaciencia fue tanta que no noté a la fila de personas que esperaban su turno para ordenar e intempestivamente exclamé lo que quería, hasta que una voz me regresó a la realidad diciéndome: “¡A la cola!”
Como es su costumbre, Bea, no podía decidirse, miraba los pambazos, luego las gorditas, preguntándose con desesperación “¿Qué quiero?”. Cuando por fin llegó nuestro turno, la tomé de los hombros y mirándola a los ojos le dije: “Recuerda por qué estamos aquí”. Ella, resignada, pidió dos gordas de chicharrón: una verde y una roja.
Yo siempre supe lo que quería: una gorda de frijol y una de chicharrón, sin salsa y con quesillo, pero una vez más le pusieron un freno a mi precocidad y me dijeron que esperara, que el quesillo iba hasta el último.
Una vez que las tuvimos en las manos, no pudimos esperar más, las ganas nos obligaron a devorarlas en el carro, a la luz de los faroles.
La primera mordida fue gloriosa. Esa combinación de queso, crema, lo delgado y crujiente de la masa me transportaron a un universo paralelo en donde sólo nos encontrábamos mi gorda y yo. Hice una pausa para ver a mi compañera de viaje y su cara de éxtasis era indescriptible. Sonreímos al reconocernos cómplices de ese momento de voluptuosidad. Lo que en un primer momento pensé que eran lágrimas de felicidad resultaron ser los efectos del chile. De sus labios brotó una frase que para mí, (que no como chile en ninguna de sus presentaciones) fue difícil de creer: “Me encanta este ardor”.
Sin embargo, dos gordas para cada una, fue demasiado. Los últimos bocados, aunque indudablemente placenteros, se resistían a entrar y aquello terminó en un atascón épico que tuvo funestas consecuencias al día siguiente.

A primera vista: 

Estoy enamorada

¿Cómo estuvo?: 

Orgásmico


Ubicación: 

Calle Vanadio 172 justo atrás del metro Valle Gómez. De 9pm en adelante.

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lunes, 9 de noviembre de 2015

Tacos Doña More (nuestra primera vez…)

La idea ya venía gestándose desde hace mucho, estábamos seguras de que queríamos hacerlo pero no sabíamos por dónde empezar. Y justo en la esquina de Floricultura y Choferes en la colonia 20 de Noviembre, la vimos. Haru y yo cruzamos miradas y no hubo necesidad de decir nada, sabíamos que ese era el momento en el que íbamos a dar rienda suelta a nuestro deseo. Nos acercamos con miedo pues la More es la más codiciada de la cuadra, filas de gente se arremolinaban para disfrutar de sus delicias. Con voz temblorosa, pues mis habilidades sociales son escasas, le pregunté: “¿Qué es esto?” a lo que ella, fría y condescendiente contestó: “pues, son huevos”.
Había tanto que probar que por unos minutos fui incapaz de decidirme, sin embargo, Haru con su usual determinación, no dudó en abalanzarse sobre la longaniza (por más irónico que parezca) y un taco de costilla de puerco, su debilidad.
Súbitamente lo tuve todo claro y ordené uno de alambre y uno de longaniza (se veía tan apetitosa que también me dejé seducir).
Todo pasó tan rápido y nuestra urgencia era tanta que olvidamos lo más importante: disfrutar de la variedad y salir de nuestra zona de confort, fue entonces cuando decidí sacrificarme y probar algo que no en cualquier esquina se ve: “¿me da uno de chile en nogada, por favor?” exclamé nerviosa pero con el paladar excitado.
El primer bocado fue desconcertante pero conforme iba avanzando todo se volvió más interesante. Haru me miraba incrédula, nunca me había aventurado a tanto, pero la More lo valía.
Salimos de ahí con la satisfacción de que nuestra primera vez fue buena, aunque sabemos que, con la práctica eventualmente todo será mejor.


A primera vista:

No le diría que no.


¿Qué tal estuvo?

Por poquito...

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